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Wednesday, September 12, 2012

Semana British: Enrique VIII



Sin lugar a dudas, creo que Enrique VIII es el rey más conocido de la Historia de la monarquía inglesa. Fue considerado un playboy, pero al mismo tiempo era sádico y cruel con sus esposas y no le temblaba el dedo acusador al señalar a su fiel Tomás Moro por no querer abrazar la nueva Iglesia de Inglaterra. Estaba obsesionado con tener un hijo varón para que pudiese heredar el trono. De acuerdo con unas investigaciones realizadas recientemente, el patrón de nacimiento de sus mujeres y su deterioro mental sugieren que este monarca era positivo en Kell y tenía el síndrome de Mcleod, una alteración genética que puede llegar a afectar a la sangre, el cerebro, el sistema nervioso periférico, músculo y corazón. Tanto el positivo en Kell como el síndrome Mcleod podrían ser la causa de su comportamiento tiránico y de su maltrecha salud.

Era un príncipe culto e inteligente: era músico, escritor y poeta. Empleó su brillantez contra la reforma protestante lanzada por Lutero, por lo que se mostró enérgico « defensor de la fe católica», título que le dio el papa León X por El tratado de los siete sacramentos. Pero esta defensa se transformó después en rechazo, pues quería divorciarse de Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, por no darle un hijo varón.

Este polémico monarca nació un 28 de junio de 1491. Nace en el pequeño pueblo de Greenwich. Fue el segundo de la casa de los Tudor. Heredó el trono de su padre, Enrique VII, a la muerte de su hermano Arturo, casado con Catalina de Aragón. Ya viuda, Catalina se casó con Enrique en el mismo año de su coronación, principalmente por razones de Estado, dentro de la política matrimonial desarrollada por los monarcas españoles encauzada a aislar al reino de Francia. 

Ya vimos que era un hombre inteligente y también un buen deportista, pues practicó deportes como justas, caza y royal tennis, el antecedente del tenis actual. Pero también era un vicioso del juego, siendo un ávido apostador y jugador de dados.

Pero frente a estas cualidades, a las que había que sumar el ser el dueño de un país rico y próspero lo que presagiaba un reinado feliz, había un hombre que daría muchos quebraderos de cabeza y muchos de los que le rodearon pagaron con su vida su infidelidad, bien por su obsesión de no concebir un hijo varón, caso de sus esposas, de las que solo le sobreviviría la última, o bien porque no quisieron abandonar la fe católica y convertirse al anglicanismo, como le sucedió a su fiel seguidor, Tomás Moro, que murió ejecutado. 

La causa que provocó la ruptura con Roma y el surgimiento de la Iglesia de Inglaterra, fue el no aceptar la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, alegando motivos de parentesco. Esto unido al descontento del clero secular inglés por la excesiva fiscalidad papal y por la acumulación de riquezas a manos de las órdenes religiosas hizo que Enrique VIII se hiciese reconocer como jefe de la Iglesia de Inglaterra.

La Iglesia de Inglaterra quedó desligada de la obediencia de Roma y convertida en una Iglesia nacional independiente cuya cabeza era el propio rey, lo cual permitió a la Corona expropiar y vender el patrimonio de los monasterios.

En 1533 hizo que Cranmer, a quien había nombrado arzobispo de Canterbury, anulara su primer matrimonio y coronara reina a su amante Ana Bolena, dama de honor de Catalina, con quien se había casado en secreto. El papa Clemente VIII respondió con la excomunión del rey, a la que Enrique VIII opuso el cisma de la Iglesia de Inglaterra, aprobado por el Parlamento (Ley de Supremacía, 1534).

Catalina, por su parte, había apelado al tribunal pontificio y a la ayuda de su sobrino Carlos V. El papa Clemente VII prohibió a Enrique VIII contraer matrimonio, aunque no se pronunció sobre el divorcio.

El ya nombrado arzobispo de Canterbury, Thomas  Cranmer, declaró nulo el matrimonio y Catalina terminó recluida en varios castillos, sin renunciar jamás a sus derechos de reina. Enrique VIII recibía por parte del propio arzobispo la aprobación para su enlace con Ana Bolena.

Todo esto acontecía a raíz de su separación de Catalina pero este mujeriego empedernido se había obsesionado con se obsesionó con la bella y elegante Ana Bolena , marquesa de Pembroke y dama de la aristocracia inglesa. 



Conocedora de la reputación de playboy que acompañaba al Rey, la joven dama no quería ser una simple amante y le dio calabazas negándole favores sexuales hasta que la llevase al altar. Aunque podía haber desenvainado la espada para cumplir sus ardientes deseos, el monarca absoluto optó por el papel y la pluma y declaró sus ambiciones sentimentales en varias cartas amorosas. Parece ser que se descubrió una carta, escrita en francés,  en la que el monarca absoluto se dirigía a su amada con la inocencia de un adolescente perdidamente enamorado.

Los devaneos epistolares de Enrique VIII dieron sus frutos y acabó casándose con Ana Bolena el 25 de enero de 1533, si bien la llama del amor se apagó después de tres años de convivencia. Pese al nacimiento de la princesa Isabel -futura reina Isabel I-, la relación entre el Rey y su esposa se enfrió porque ella fue incapaz de darle un hijo varón y, además, no era del agrado del pueblo, que la consideraba la ramera del Rey.

Enrique acabó su relación con Ana Bolena de manera tajante, acusándola de adulterio por lo que fue condejada a muerte y decapitada. Un nuevo matrimonio con Jane Seymour resultó muy breve, ya que la nueva esposa falleció al año siguiente con motivo de un parto. Luego de la muerte de Jane, la corte entera guardó luto con Enrique por algún tiempo. El Rey la consideró siempre su «verdadera» esposa, al ser la única que le dio el heredero varón que tan desesperadamente soñaba.
Viudo el rey, volvió a contraer matrimonio con la luterana Ana de Cleves, enlace claramente de talante político. Tras dos años de matrimonio, Enrique la repudiaba públicamente y se casaba con Catalina Howard, que también sería decapitada. La única de sus seis esposas que le sobrevivió fue Catalina Parr.

En política extranjera este monarca jugaba sus cartas según le convenía. Participó en la política diseñada por sus suegros al enfrentarse con los franceses en la batalla de Guinegatte, obteniendo una importante victoria para las armas inglesas. Pronto empezó el monarca británico ambigua, ya que firmó la paz a instancias de su francófilo secretario, el cardenal Wolsey, con Luis XII de Francia, entregándose a su hermana María por esposa. Años más tarde regresaba a la alianza española, firmando con Carlos I el pacto de las Gravelinas, pero temeroso del ascenso español tras la batalla de Pavía, Enrique decide aliarse de nuevo con los franceses y con el papado, enemigos declarados de los españoles.   

Pero también promulgó legislaciones importantes, como las varias actas de separación con la Iglesia de Roma,de su designación como cabeza suprema de la Iglesia de Inglaterra, las Union Acts de 1535 y 1542, que unificaron a Inglaterra y Gales como una sola nación, la Buggery Act de 1533, primera legislación contra la sodomía en Inglaterra, laWitchcraft Act de 1542, que castigaba con la muerte la brujería.

Una de las facetas más significativas de Enrique VIII es la de mecenazs, amante del arte y defensor de artistas como Hans Holbein. Su cultura e inteligencia no van reñidas con su carácter de monarca duro y tiránico, especialmente en los últimos años de su reinado. Esto no resultó un contratiempo para contar con la felicidad y el cariño de sus súbditos. 

Cartel de la película Un hombre para la eternidad Sobre la vida de Enrique VIII recomendaría: la película Las hermanas Bolena, dirigida por Justin Chadwich y protagonizada por Eric Bana; La serie de TV, Los Tudor, dirigida por Michael Hirts y protagonizada por Jonathan  Rhys-Meyers y Un hombre para la eternidad, de Fred Zinnemann, con Roberth Shaw como Enrique VIII.

William Shakespeare escribió una obra de teatro basada en este monarca: Henry VIII, All Is True.

Fuentes:www.biografiasyvidas.com,www.artehistoria.jcyl.es,ortalplanetasedna.com.ar, culturaelpais.com, wikipedia, You Tube. 

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