Sinopsis:
El autor dramático, su familia y amigos almuerzan en un café cerca del teatro donde se estrena su primera comedia. Son las tres y media (según el reloj del pedante don Hermógenes) y el espectáculo comenzará a las cuatro. Bastante más tarde, después de que estamos enterados de todas las ilusiones que se han formado los personajes por el éxito de la comedia, se pregunta de nuevo la hora, y el mismo don Hermógenes responde: "Yo lo diré. Las tres y media en punto". Todos se precipitan al teatro habiendo perdido el primer acto y la tonadilla, llegando apenas a tiempo para presenciar el alboroto.
Opinión Personal:
La comedia nueva o El café es una de las obras más conocidas del poeta y dramaturgo Leandro Fernández de Moratín junto con El sí de las niñas. Él mismo da una definición de lo que es una comedia: «imitación en diálogo (escrito en prosa o en verso) de un suceso ocurrido en un lugar y en pocas horas entre personas particulares, por medio del cual resultan puestos en ridículo los vicios y errores comunes en la sociedad, y recomendadas por consiguiente la verdad y la virtud».
Bien se podría trasladar a nuestros días lo que en esta obra de teatro se representa y es que en ella se satiriza lo que el autor consideraba malas obras, por la complejidad de las intriga de las mismas y los efectos que adornaban a la representación.Moratín aboga en esta obra por la defensa de las unidades dramáticas que dominan en una representación teatral hoy día, como son la acción, el espacio y el tiempo. Y él, sobre todo el espacio, lo reduce al mínimo, como así lo indica el subtítulo. Toda la trama se desarrolla en un café. Otra característica suya es la aparición de pocos personajes durante la representación, en este caso ocho.
Esta comedia es, ante todo, metalaliteratura, porque en ella nos encontramos con un personaje que está ilusionado con la escenificación de su primera obra y, ante las adulaciones que le hacen —representadas en este caso por don Hermógenes, un personaje pedante, adulador y que solo mira por su interés—, él se las cree, viéndose triunfante como autor.
Es una obra de personajes, a los que el dramaturgo les da más importancia, por lo que el espectador o lector los irá reconociendo a cada uno de ellos a través de sus caracterizaciones. Dos de ellos, don Antonio, «Sí, tal; aquí también se gastan, y algunos han escrito comedias con reglas; bien que no llegarán a media docena (por mucho que estire la cuenta) las que se han compuesto» (Pág. 14), y don Pedro, «¿Y esto se imprime para que los extranjeros se burlen de nosotros?» (Pág. 25), representan claramente a la Ilustración, al saber, al siglo de las luces. Don Pedro sería un crítico literario hoy día, pues el hombre intentará hacer ver la realidad al autor de la comedia, don Eleuterio: «¡Vaya, que es también demasiado! ¡Disparates! ¡Pues no, no los llaman disparates los hombres inteligentes que han leído la comedia! Cierto que me ha chocado. ¡Disparates!».(Pág. 25).
La comedia transcurrirá por los derroteros que se presumían y que harán entrar en razón al autor. La reflexión final que hace don Pedro sobre lo acontecido no tiene desperdicio. Una reflexión que se puede trasladar a nuestros días.
Moratín emplea un lenguaje adaptado a las características de cada personaje. Nos encontraremos con frases en griego explicando otras en latín, empleadas por don Hermógenes con las cuales adornaba la sabiduría que creían que tenía quienes le rodeaban y de los cuales se aprovechaba. Nos encontraremos con algunos fragmentos en verso de la obra que bajo, el título de El gran cerco de Viena, estrenaba don Eleuterio, el autor.
Bien se podría trasladar a nuestros días lo que en esta obra de teatro se representa y es que en ella se satiriza lo que el autor consideraba malas obras, por la complejidad de las intriga de las mismas y los efectos que adornaban a la representación.Moratín aboga en esta obra por la defensa de las unidades dramáticas que dominan en una representación teatral hoy día, como son la acción, el espacio y el tiempo. Y él, sobre todo el espacio, lo reduce al mínimo, como así lo indica el subtítulo. Toda la trama se desarrolla en un café. Otra característica suya es la aparición de pocos personajes durante la representación, en este caso ocho.
Esta comedia es, ante todo, metalaliteratura, porque en ella nos encontramos con un personaje que está ilusionado con la escenificación de su primera obra y, ante las adulaciones que le hacen —representadas en este caso por don Hermógenes, un personaje pedante, adulador y que solo mira por su interés—, él se las cree, viéndose triunfante como autor.
Es una obra de personajes, a los que el dramaturgo les da más importancia, por lo que el espectador o lector los irá reconociendo a cada uno de ellos a través de sus caracterizaciones. Dos de ellos, don Antonio, «Sí, tal; aquí también se gastan, y algunos han escrito comedias con reglas; bien que no llegarán a media docena (por mucho que estire la cuenta) las que se han compuesto» (Pág. 14), y don Pedro, «¿Y esto se imprime para que los extranjeros se burlen de nosotros?» (Pág. 25), representan claramente a la Ilustración, al saber, al siglo de las luces. Don Pedro sería un crítico literario hoy día, pues el hombre intentará hacer ver la realidad al autor de la comedia, don Eleuterio: «¡Vaya, que es también demasiado! ¡Disparates! ¡Pues no, no los llaman disparates los hombres inteligentes que han leído la comedia! Cierto que me ha chocado. ¡Disparates!».(Pág. 25).
La comedia transcurrirá por los derroteros que se presumían y que harán entrar en razón al autor. La reflexión final que hace don Pedro sobre lo acontecido no tiene desperdicio. Una reflexión que se puede trasladar a nuestros días.
Moratín emplea un lenguaje adaptado a las características de cada personaje. Nos encontraremos con frases en griego explicando otras en latín, empleadas por don Hermógenes con las cuales adornaba la sabiduría que creían que tenía quienes le rodeaban y de los cuales se aprovechaba. Nos encontraremos con algunos fragmentos en verso de la obra que bajo, el título de El gran cerco de Viena, estrenaba don Eleuterio, el autor.
El autor:
Poeta y reconocido autor teatral español, Leandro Fernández de Moratín (Madrid, 10 de marzo de 1760-París, 2 de junio de 1828) está considerado como uno de los más importantes dramaturgos en lengua hispana del siglo XVIII.
Tras iniciarse en las letras a través de la poesía, Moratín mostró su interés por el teatro a través de una serie de obras satíricas que le valieron el favor de diversos mecenas. Tras la invasión francesa, en la que tomó parte del lado bonapartista, pasó varios años ocultándose de las autoridades.
Su obra dramática sienta las bases de la escuela neoclásica y sus comedias se entienden como el mayor desarrollo teatral del siglo XVIII.
Sin duda, su obra más conocida es El sí de las niñas, estrenada en 1806, que consiguió gran éxito pero que sufrió la persecución de la Inquisición, llegando a estar prohibida durante más de veinte años.
Tras iniciarse en las letras a través de la poesía, Moratín mostró su interés por el teatro a través de una serie de obras satíricas que le valieron el favor de diversos mecenas. Tras la invasión francesa, en la que tomó parte del lado bonapartista, pasó varios años ocultándose de las autoridades.
Su obra dramática sienta las bases de la escuela neoclásica y sus comedias se entienden como el mayor desarrollo teatral del siglo XVIII.
Sin duda, su obra más conocida es El sí de las niñas, estrenada en 1806, que consiguió gran éxito pero que sufrió la persecución de la Inquisición, llegando a estar prohibida durante más de veinte años.
Datos técnicos:
Título: La comedia nueva o El café
Autor: Leandro Fernández de Moratín
Editorial: Espasa Calpe
ISBN: 84-239-0335-4
Nº Páginas: 62
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