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Thursday, November 28, 2013








Si es que lo llevamos en la sangre. Es que en el Siglo de Oro nuestros ilustres escritores nos retrataron tal cual somos y desde el glorioso Imperio Español seguimos siendo más de lo mismo. El hombre es el animal que tropieza dos veces en la misma piedra. ¿Dos veces?. Yo diría que llevamos tropezando toda la vida pues nos ven en cualquier parte y por nuestros hechos nos conocen. Y no aprendemos, seguimos como en las películas del bueno de Paco Martínez de Soria, erre que erre.Tenemos mucho de Quijote y Sancho, pero de quien más heredamos en nuestro país es del pícaro de todos los pícaros, El lazarillo de Tormes.

Y no me digan que no. Porque hoy día este jovenzuelo, pícaro, vivaracho y demás epítetos que quieran añadirle estaría en su salsa. Volvemos a la época de las dos España, en este caso, a imagen y semejanza de la España que dominaba medio mundo y el otro medio estaba en contra de ella. En esa España había unos que se ponían las botas y otros que no tenían botas para ponerse y se las apañaban como buenamente podían para subsistir. ¿Les suena?.

En aquella época la diferencia entre los que tenían y los que apenas tenían o no tenían nada era abismal. Hoy volvemos a lo mismo pues unos ven al país de una forma y los ciudadanos de a pie los vemos de otra. Unos dicen que ya estamos viendo los famosos «brotes verdes» y el pueblo hace números como buenamente puede para intentar llegar a fin de mes.

Se tiene al Lazarillo de Tormes como la precursora de la novela picaresca en nuestro país, un género que, por desgracia, anda más bien de capa caída, pero en su lugar tenemos bastantes títulos de otro que cuenta con muchos adeptos y estoy hablando de la novela negra, que dicen que cobra fuerza cada vez que un país como el nuestro entra en época de crisis, o como más le gusta llamarle a los políticos, en desaceleración transitoria, que queda más bonito, más eufemístico, pues es un deporte lingüístico que gustan emplear sus señorías para tomarnos el pelo.

Y es que en este género los lectores, la sociedad en general, encontrará plasmados, aunque de forma ficticia, claro está, todas las corruptelas que hay a nuestro alrededor, sean políticas, industriales o financieras. Por eso están saliendo buenos autores que no tienen nada que envidiarle a la invasión, esta vez pacífica, de la llamada novela nórdica.




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