RSS
Facebook
Twitter

Wednesday, August 22, 2012

Décimo Junio Bruto, de Valentia a Gallaecia



Este fin de semana pasado (17, 18 y 19 de agosto de 2012) se celebró en la localidad ourensana de Xinzo de Limia, la llamada “Fiesta del Olvido”. El río Lethes, hoy Limia, tiene su leyenda. Los romanos, supersticiosos ellos, al llegar a este río, creyeron que se hallaban ante la presencia de lo que ellos denominaban “el río del olvido”, Lethes. Lo tomaron por tal ante la belleza del paisaje que se encontraron. Corría el año 135 a. de C. Los soldados, conocedores de la leyenda, se negaban a cruzarlo. Décimo Junio Bruto, que iba al frente de las tropas, tomó el estandarte y cruzó el río. Ya en la otra orilla empezó a enumerar a sus soldados, nombre tras nombra y consiguió que las tropas cruzasen el Lethes.

 Este río tiene también otra curiosidad, pues la aldea orensana de Busalque, actualmente bajo las aguas de un embalse, se encontraba separada de ayuntamiento de Lovios por él y toda la comunicación con el exterior debía hacerse por barca.

Vemos la existencia de similitudes con el barquero Caronte que trasladaba a los difuntos al Hades, la morada de los muertos.

Existía la costumbre al trasladar un cadáver al cementerio:  el cortejo fúnebre seguía al muerto hasta la orilla y se detenía para que el pariente más cercano o, en su defecto el que dirigía el mismo, colocara un trozo de pan cocido en el pecho del finado mientras decía la fórmula “para pasar el río Jordán”. Una vez realizado este rito el cortejo seguía su camino. 

En algunas zonas de Portugal encontramos una formula parecida pero la ofrenda ritual  es una moneda y su objetivo es "pasar la barca de Sntiago".

Pero creo que ya me estoy desviando un poco del tema. Esta entrada se refiere a la llamada “Fiesta del Olvido” y a  Décimo Junio Bruto, general y político romano, abuelo de Marco Junio Bruto. Nuestro protagonista de hoy tiene mucha relación, sobre todo, con Valencia y Galicia.

A Décimo Junio Bruto, tras ocupar el cargo de cónsul en el año 138 a. de C. se le asigna la provincia romana de la Hispania Ulterior, a donde se dirigió ese mismo año y allí eliminó lo que quedaba de la resistencia hispana al mando de Tántalo. Este cónsul licenció sus tropas de las campañas lusitanas. Como recompensa a la gallardía y coraje de sus hombres les concedió tierras en el levante hispano, exactamente en una isla fluvial cerca de la desembocadura del río Turia (Turius o Tyris), que estaba estratégicamente ubicada en el mejor vado natural del río por donde pasaba la Vía Heraclea, conocida después como Vía Augusta. La nueva aldea, que recibió el nombre de Valentia Edetanorum pronto obtuvo el rango de colonia.

Valentia era una ciudad relativamente grandes. Unos 1.500 habitantes vivían en ella, lo que ya es una cantidad más que respetable para la época. La disposición de Valentia era la habitual en las ciudades romanas. El urbanismo de la república era estricto: las ciudades se articulaban en torno a dos grandes vías, llamadas "decumanus maximus", que cruzaba la ciudad de este a oeste, y "cardo maximus", que la cruzaba de norte a sur. La urbe quedaba dispuesta en una cuadrícula casi perfecta. El modelo, que ha sido imitado actualmente en ciudades como Nueva York o todo el ensanche de la moderna Valencia, dividía la ciudad en "insulas", como manzanas. En el Museo histórico de La Almoina se reproducen algunas de ellas.

El centro de la Valencia que podía encontrarse cualquier ciudadano romano un día del siglo II a. C. estaba conformado, como no podía ser de otra manera, por el foro. EN la plaza principal de la ciudad, parte de la cual se expone en el citado museo y que estaría donde hoy está la plaza de la Virgen, había un templo, aunque no se sabe muy bien a qué dios estaba consagrado. Las monedas y demás utensilios de la época recuperados muestran un cuerno y unos rayos, por lo que el debate entre los historiadores se reduce a dos deidades: Júpiter, cuyo símbolo es precisamente el rayo, y Diana, una divinidad más salvaje que encaja con una concepción de Valentia más rural, más campestre. Hay que recordar que esa ciudad primitiva estaba construida sobre una zona agreste, por lo que tendría sentido que el templo estuviera consagrado a una diosa como Diana o, por qué no, a otras igualmente "primigenias", por decirlo de alguna manera, como Demeter o Venus.

Los romanos de Valentia daban al agua mucha importancia y, ejemplo de ello, son las termas. Estos complejos eran típicos en toda Roma, pero los que se muestran en el Museo de La Almoina son particulares porque son los únicos de esa época que quedan en toda España, además de los de Tarraco -Tarragona-. Las termas no son, en el siglo II a. C., el centro social que serán en la Roma imperial, pero sí cumplen la función de limpieza para las que fueron creadas. Además, incluso el acto de ir a las termas tenía algo de religioso, pues usarlas también purificaba el alma.

Cerca de las termas estaba el "horreum", el hórreo, un almacén de grano que en nada se parece a la edificación homónima del norte de España. Se componía de cuatro amplias naves donde se almacenaba el trigo y la cebada. Son los restos de la Valentia de Décimo Junio Bruto, lo que queda de esa ciudad primitiva.

La historia de la Valentia romana "termina" en el 75 a. C. Ese año, el cónsul en Hispania, Quinto Sertorio, no acepta la llegada al poder en Roma del partido contrario, los optimate, que traen a nuevos cónsules. La rebelión de Sertorio vive una de sus primeras batallas en Valentia. El general Pompeyo, llegado de Roma, pasa a cuchillo a toda la ciudad. Mueren cientos de personas. Pompeyo quema Valentia hasta los cimientos. La refundación llegaría setenta años después, cuando entre el 5 a. C. y el 5 d. C. se refunda la ciudad. Las excavaciones recientes dejaron al descubierto una decena de cadáveres que habrían sido ejecutados en la batalla del 75 a. C. Todos los cuerpos mostraban signos de haber sido torturados, con empalamientos y mutilaciones. Junto a los cadáveres se encontraron utensilios y armas de hierro que fueron presuntamente utilizados para los asesinatos ocurridos durante la citada batalla. Sería refundada en el año 5 a. de C..

Tras la fundación de Valentia por este militar romano, en Lusitania continuaban las acciones de grupos de bandidos, por lo que se enfrentó a ellos, asoló el territorio y ocupó numerosas ciudades. Es cuando tiene lugar lo que se dice en la leyenda sobre el río Lethes y la negación de los romanos a cruzarlo.

Resuelta esta superstición avanzaron hasta el Minius (Miño), el cual cruzaron y siguieron su marcha hasta que llegaron a la costa, donde los romanos vieron con asombro la puesta de sol en el océano. Una nueva leyenda surge: Cuentan que Décimo Junio Bruto, tras recorrer la costa como vencedor vio con superstición como el sol se ocultaba en el océano con una gran llamarada y horrorizado, le puso à la zona el nombre de Finis Terrae, fin del mundo.





Finisterre es un lugar mágico y antiguo, muy documentado por geógrafos grecorromanos, aunque ya hubo asentamientos anteriores, en la cumbre del monte de Cabo Finisterre hay un Ara Solis, un altar al sol cuyo origen es incierto.

Sometió numerosas tribus como los brácaros (bracari) que eran los más belicosos. También derrotó a los galaicos (gallaeci) que habían venido en la ayuda de sus vecinos, con un ejército de sesenta mil hombres, y fue esta victoria la que le valió el apodo de Gallaecus.

En medio de sus éxitos, fue llamado a la provincia de Hispania Citerior para apoyar a su pariente M. Emilio Lépido, y desde allí se dirigió a Roma, donde celebró un triunfo espléndido, en el año 136 a. C., por sus victorias sobre los lusitanos y gallaeci.

Bruto fue un mecenas del poeta Lucius Accius, y para sus tiempos estaba muy versado en literatura griega y romana. Tampoco fue deficiente en el talento oratorio.

Sabemos también por Cicerón, que era un buen augur. Cicerón menciona una Clodia en una carta a Ático, por lo que se puede suponer, con toda probabilidad, que era su esposa  y la madre del cónsul del año 77 a. C.


Pero no termina aquí la historia sobre este militar romano. Su historia, ya posterior a la fundación de Valentia, va a ser llevada a la gran pantalla y será de la mano de Luis Tosar, quien encarnará al cónsul en este superproducción. Llevará el título de “Galaicus”. La película tendrá amor, acción y épica, pues todo parece indicar que recreará grandes batallas entre los romanos y los celtas. La cinta ya ha sido bautizada como el "Braveheart" gallego, y para garantizar el rigor histórico de la producción, habrá un comité científico del que forman parte investigadores como José María Luzón, catedrático de Arqueología en la Universidad Complutense de Madrid, o Andrés Peña Graña, doctor en Arqueología e Historia Antigua por la Universidad de Santiago de Compostela.

Fuentes: www.levante-emv.com, www.viajarporgalicia.com, wikipedia. 


0 comments:

Post a Comment

ban nha mat pho ha noi bán nhà mặt phố hà nội